DAVID BOWIE «The man who sold the world» La primera mutación

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Bowie lo sabía. No podemos ser siempre bondadosos, ni siempre malvados, no podemos estar siempre alegres, ni siempre tristes, no podemos ser siempre fuertes, ni siempre débiles. Somos actores en el gran teatro de la vida, por eso hemos de fluir y adaptarnos a las mil y una situaciones, a los mil y un giros que nos va a dar la vida.

Por este motivo, en contra de la opinión general, considero este “The man who sold the worl” como el primer gran disco del duque blanco. Porque en él, Bowie crea su primer personaje, su primera mutación. Solo hay observar la portada para darse cuenta de que ese hombre con vestido de mujer tirado en un sofá es la primera creación de un actor. Un artista bohemio y ambiguo que quiere vender el mundo, quemarlo quizá, en pos de exprimir cada segundo de su corta existencia.

Tras dos primeros discos un tanto irregulares (a pesar de que el segundo albergaba la soberbia “Space oddity”) en esta tercera obra Bowie empieza a buscar su camino usando como vehículo expresivo el hard rock, pero no un hard rock cualquiera, sino un hard rock al estilo Bowie. O sea, potente pero melódico, directo pero épico, clásico pero rematadamente atemporal.

Abren fuego los 8 minutos de “The width of a circle”, un magnifico ejercicio de rock progresivo poseído por el pop. “All the madmen” tiene su mejor baza en un gran estribillo in-crescendo. Después el rock vacilón de “Black country rock” da paso al Bowie más oscuro y misterioso en “After all”.

Conforme avanzan los minutos el nivel del lp se mantiene, prueba de ello son perlas como “Saviour machine” o la fiera “She shook me cold”. Pero lo mejor queda para el final, porque a la tribal “Supermen” le antecede el segundo gran himno de la carrera del músico, el tema que da nombre al disco. Una canción verdaderamente redonda, de tintes psicodélicos y poseedora de un riff de guitarra inicial que ya está inscrito en la leyenda.

Luego vendrían el mesías espacial Ziggy Stardust, el hedonista de “Hunky dory”, el existencialista de “Low”, el investigador errante de “Outside” o el enfermo que mira cara a cara a la muerte de “Black star”, por citar solo unos ejemplos.

Pero aquí, en este “The man who sold the world”, asistimos ya a la primera mutación, del que quizá sea el mayor mutante que ha dado la historia del rock.

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