THE MINDSCAPE OF ALAN MOORE «La magía del arte, el arte de la magía»

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A mi modo de entender, todo aquel que se acerque a este documental sobre la figura del que posiblemente sea el mejor guionista de comics de todos los tiempos debe comprender primero que, en líneas generales, existen dos tipos de artistas, los que se mantienen separados de su obra y los que se convierten en parte de la misma.

Sin duda Alan Moore pertenece al segundo grupo. Por su aspecto, su forma de hablar y sus sorprendentes teorías sobre el universo el de Northampton bien podría ser un personaje más de muchas de sus novelas gráficas.

Por eso, cuando visionemos el documental, en lugar de pensar que estamos asistiendo a un producto más para extender el ego de Alan Moore hasta el infinito, quizá deberíamos pensar más bien que estamos ante la disertación filosófica y mística de un personaje de un comic del propio Alan Moore. Y menudo personaje.

Según el tópico de las sociedades occidentales, cuando los hombres cumplimos cuarenta años tenemos varias opciones: comprarnos una moto, cambiar de look o echar una canita al aire, entre otras. Pero Alan Moore, como buen outsider vocacional, juega en otra liga. Por su cuarenta cumpleaños, el barbudo reunió a sus amigos y familiares y les dijo que iba a convertirse en mago, pero no un mago de chistera y barita, sino en todo un alquimista, ahí es nada.

Aunque parezca la excentricidad de un artista. Esto queda explicado por nuestro protagonista en la segunda mitad del documental. En la primera todo transcurre bajo una aparente normalidad, el guionista nos habla sobre su infancia y sobre parte del proceso creativo de sus obras más emblemáticas (Watchmen, V de Vendetta, La cosa del Pantano, From Hell y Lost Girls) y lo hace de un modo ameno e interesante a pesar de su voz aletargada.

Pero, en la segunda mitad del film, barra libre. El escritor se convierte en personaje, el paisaje mental de Alan Moore se abre ante nosotros, y en sus recovecos hallamos que es para el escritor la magia y porque se considera a sí mismo como un mago y un chaman.

Según lo expuesto en el documental, el origen de la palabra magia está relacionado con el de arte, las artes son magia, la escritura, la pintura o la música son magia, y lo son porque pueden alterar la conciencia del espectador, de hecho han de ser creadas para eso. La verdadera obra de arte ha de conectar con el espectador, ha de encender una chispa en su interior, hacerle cambiar su visión del mundo, aumentar su conciencia, en definitiva, volverle más sabio. La magia, al igual que el arte utiliza símbolos o arquetipos para reflejar ideales, versiones mejoradas de nosotros mismos hacía las que tratar de llegar, versiones que quizá nunca alcancemos, pero que el solo hecho de intentarlo ya nos vuelve mejores.

Una teoría que, depende de cómo se analice, tiene su lógica. El hecho de que alguien cree una obra de arte en un rincón del planeta y dicha obra influya profundamente a otra persona en la otra punta del planeta, bien podría ser considerado como un acto de magia.

Según transcurre esta segunda mitad del documental también encontramos interesantes reflexiones sobre la cábala o el tarot (Moore no lo considera un oráculo sino una especie de mapa de las emociones humanas) sobre las sociedades primitivas o sobre el estado actual de la sociedad.

Todo ello viene a conformar un interesante film con pocos aspectos negativos, tal vez el uso recurrente de algunas imágenes, unos actores algo hieráticos o una escenificación de “V de Vendetta” que resulta mejorable.

Por último y siempre desde una óptica muy personal, considero que en sus teorías, a veces el bueno de Moore se muestra un poco grandilocuente de más y peligrosamente cercano a la figura del gurú cantamañanas tipo Sandro Rey, pero imagino que eso será cosa del personaje del comic de Alan Moore en el que Alan Moore se ha convertido.

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COBAIN. MONTAGE OF HECK «Desmitificando el mito»

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Lo admito, a mi me pasó. El bombazo “Nirvana/Smells like teen spirit/Grunge” allá por el 1991 me pilló con once influenciables añitos. Y si, puedo decir sin ruborizarme que Los Nirvana cambiaron mi vida. Dieron voz a mi incipiente confusión preadolescente y me abrieron de par en par las puertas de un sonido que todavía sigo amando, el del rock and roll.

Sin embargo, hoy, algo más de veinte años después. A pesar de que todavía sigo pinchando en mi equipo con cierta regularidad al trío de Seattle mientras practico “air guitar” a escondidas. A pesar de que todavía disfruto viendo al bueno de Cobain destrozando su guitarra tras un concierto. He de admitir que me daba cierta pereza enfrentarme a este “Montage of Heck”.

El motivo es claro. Tras el triste suicidio de Kurt, su figura se ha mitificado y remitificado hasta la extenuación. En estos veinte años han salido a la luz sus diarios, caras b, directos y toda clase de grabaciones caseras (algunas de una calidad penosa). Francamente, desde la iglesia católica no había visto a nadie sacarle tanto partido a un cadáver.

Pero, a pesar de lo que pueda parecer. “Montage of Heck” sigue otro camino. El documental, premiado en Sundance 2015 y dirigido por Brett Morgen intenta con humildad de trazar una figura completa del músico, con sus luces, pero también con sus sombras.

A lo largo del film, vamos comprendiendo mejor la figura de Cobain y el porqué de su personalidad. La hiperactividad que le diagnosticaron de niño, el traumático divorcio de sus padres, una adolescencia marcada por el desarraigo en la que iba de casa en casa sin que ningún familiar quisiese hacerse cargo de él, una úlcera de estomago ya en su edad adulta y el encuentro con la heroína, unido a un éxito demasiado masivo y repentino que no supo gestionar. Todo esto, terminaría por dar forma al Kurt depresivo, furioso, sarcástico y sensible que todos conocemos.

A continuación, en el último tramo del documental empezamos a ver como Brett Morgen inicia la desmitificación del mito. Aquí somos testigos de la decadencia de un hombre. El artista sensible se convierte en un ser egoísta incapaz de coger las riendas de su vida. Como muestra puede servir ese video casero en el que observamos al líder de Nirvana, de heroína hasta las cejas, incapaz de sostener en brazos a su hija de dos años mientras le cortan el pelo. Algo que, en mi opinión, esta en las antípodas de ese cliché romántico y desfasado de… “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver” que siempre se ha asociado a la figura del cantante.

En cuanto al documental propiamente dicho. Esta montado de una forma muy fluida, lo cual propicia un visionado ameno. Entre sus aciertos más destacados están; las partes de animación utilizadas para narrar pasajes de la adolescencia del protagonista (muy bueno el fragmento en el que, aislado en casa de su novia, empieza a crear los primeros esbozos de los futuros temas del “Nevermind”) y el continuo recurso a los diarios del músico. Dibujos, pinturas, frases y pensamientos de Cobain que actúan como un reflejo de su interior y que llegan a ser un personaje más del film.

Por ponerle un pero a esta obra. En mi opinión, considero que algunas grabaciones caseras son demasiado intrusivas, demasiado íntimas. Prácticamente a la pareja Cobain/Love solo nos falta verlos copular. Está claro que el espectador de cine siempre ha tenido algo de voyeur, pero aquí esa condición es llevada al límite.

De todas formas. Es posible que, en el fondo, lo mejor sea dejar a los muertos en paz. Y pinchar, por ejemplo, el “Territorial Pissings” a todo trapo como si no hubiese un mañana.

¡Hey! Y encima no hay nadie en casa….