SLEATER-KINNEY / NO CITIES TO LOVE

Un buen día descubres que las Sleater-Kinney no solo se han reunido si no que además han sacado un disco nuevo: NO CITIES TO LOVE. Las recuerdas, eran aquellas jovenes noventeras abanderadas del Riot-Grrrl que llegaron a salir de gira con Pearl Jam. Lo último que sabes es que la guitarrista Carrie Brownstein co-protagoniza esa bizarrada adorable que es «Portlandia». Te da por pensar…»Bueno, tampoco es novedad…el último disco salió hace nada…hace…ehm…diez años!!!» BOM. Aun no has escuchado una sola nota y ya te está golpeando en la cara este disco. Joder, la vida ha pasado rápida. Cómo la primeriza música de las Kinney, rápida, muy rápida. El primer pensamiento que te pasa por la cabeza es que le darás una escucha al disco sin esperanzas, apesta a reunión de grupo por motivos no musicales. No pasa nada, te has acostumbrado, todos tus grupos favoritos los puedes dividir en 3 categorias «No se separaron pero han cambiado» «Se separaron pero volvieron para nada» o mi favorito «El cantante murió» (Ay! los 90!)…poco sospechas que al terminar el disco habrás creado una nueva categoría: la categoría «Sleater-Kinney»

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Al poner el disco lo notas, algo en el ambiente te lo dice…»parece que han vuelto»…Suena «Price tag»…Serán esos riff juguetones y que parecen tocados con prisa, serán las voces ajustadamente diferenciadas de Brownstein y Corin Tucker o la pegada en la batería, sin rebote, como manotazos en la barriga de un culturista, de Janet Weiss. Coño.  Ahí están.  Admites que te ha faltado poco para llorar y aun te permites un poco de duda «Vale, ahora veremos…quizás sea la primera canción…tienen que aparentar»

Llega «Fangless», la segunda canción y, nada, que no le puedes sacar pegas…pura adrenalina, puro rock, puro puñetazo en la mesa. Y mira quien aparece…Brownstein consigue sacarte la lagrima de emoción que aun se te resistía cuando se mete en el estribillo. Hay que ver que mona canta esta chica siempre. Te empiezas a preguntar si esto puede ser verdad, si tras la reunión de las Kinney realmente existe un motivo verdadero. Recapitulemos…

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Surgidas en Olympia en 1994, Sleater-Kinney se separaron en el 2006 tras 7 discos y años de ascendente carrera. Incluidas dentro del Riot-Grrrl, movimiento punk feminista que compartió década con el grunge, rápidamente se diferenciaron del resto y llevaron un camino paralelo en una constante búsqueda de sus propias inquietudes (Del punk al blues, de la inmediatez a la elaboración). Pero como es lógico el desgaste hizo mella en ellas y decidieron separarse. Tucker montó un grupo con su nombre. Por otro lado Brownstein y Weiss siguieron juntas en otro grupo (Wild Flag, fantásticas) y además Carrie Brownstein empezó a ser más conocida que nunca con la serie Portlandia, lo que hacía pensar a los seguidores que Sleater-Kinney estaba en un punto sin retorno.

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Y así estabas tú, tu vida era tranquila, Sleater-Kinney y su furia habían desaparecido…Ahora recuerdas unas declaraciones veladas de Brownstein en las entrevistas durante el inicio de 2014 de que había algo en el aire, que todo apuntaba a que podían regresar. Se habían reunido y jugaban con la idea de volver. Se estaban preparando, sopesando pros y contras. JA. Se estaba riendo de nosotros. Que pilla, el disco ya estaba terminado y todo! ¿Pero cómo te vas a enfadar con ellas? Recuerda que suenan como golpear a un culturista muy fuertemente en su torso. Te hacen reír. Las tienes que querer.

Y así estás ahora, sentado escuchando el disco…Con «Surface Envy» llega el primer himno coreable del disco…esa declaración que no deja lugar a dudas «We win, we lose, only together do we break the rules». Te lo dejan claro, esto no es una vuelta de chichinabo. Esto no son las Sleater-Kinney del siglo XXI ni las Sleater-Kinney del 2015. Son las Sleater-Kinney y punto. Como si cada disco formara parte de un todo en el que no existe el tiempo.

El disco continúa, solo llevas tres canciones y ya juras que si fuera un ser viviente te lo tirarías ahí mismo…Entra en juego la canción que da título al disco, canción que tiene la particularidad de empezar ya con el estribillo que desarrollarán a lo largo de la canción. Aquí van a saco. Vienen a tirarte la puerta y a provocar que bailes con una sonrisa en la cara mientras cantas aquello de «It’s not the city, it’s the weather we love!».

Video promocional en el que sus amigos cantan la canción. Para muy fans.

Llega el ecuador del disco y ahí tenemos el primer single, «A new wave»…Puro Sleater-Kinney, vuelven los riff apresurados, riff que te están diciendo «Aparta que llego tarde, tengo cabezas que joder de gusto», una melodía cantada como si estuviera persiguiendo al riff y un estribillo que se para a tomar un respiro y a beber un poco de una fuente antes de volver a correr. Buscas el videoclip y descubres que sí, que han vuelto, pero no en forma de chapa, si no en forma de dibujos animados acompañadas por los personajes de «Bob’s burguer».

Superada esta mitad de disco ya puedes pensar «Vale…ahora vendrá alguna balada, alguna canción lenta, se les daba bien»…Espera, espera, que al final verás como esas siluetas que se acercan a lo lejos en el horizonte acabarán llegando a tu cara y verás que son los tres dedos corazón de las componentes del grupo bien levantados.

Con «No anthems» empieza a sonar algo bailable pero oscuro, como si intentaras mover los pies en un pub de mala muerte de suelo pegajoso. Suena potente, en ocasiones da miedo, tiene cortes para dar y regalar y tiene toda la pinta de poder convertirse en clásico a la de ya. Trabajo muy remarcable el de las guitarras aquí, es pura locura. Los juegos de guitarra entre Tucker y Brownstein siempre han destacado por su estructura enrevesada, pero en esta canción no puedes más que aplaudir. Y espera que esto va a ir a más. Ves poco a poco acercarse esa silueta a lo lejos…

Con tu camiseta negra anegada de lagrimas te llega el siguiente corte «Gimme Love». Si en lugar de estar sentado en un sillón te ha dado por escuchar el disco haciendo cosas, es posible que a lo largo de la canción hayas bajado el ritmo, pero bajar el ritmo para las Sleater-Kinney no es acomodarse, es meterte de lleno en el terreno que ya habían presentado en la anterior canción, ya no hay estribillos claramente coreables, ahora toda la canción es imposible de estructurar de manera normal además de contar con una base marcial. Y vaya, «que me dices de ese genial solo de guitarra tan bizarro entre árabe y marcha militar» me pregunto a mi mismo, «Calla y bésame» me contesto.

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Recta final a partir de aquí, te quedan tres canciones y sacas cuentas…ahora te lo estarías tirando otra vez y no te estarías arrepintiendo. «Bury our friends» te hace pensar en Alex Kapranos de Franz Ferdinand, pero mejor, claro. Con pechos y eso. Además de darle un punto más a la canción que llevan haciendo años los de Kapranos. Casi es el final del disco y  te siguen dando bofetones en la cara, cada exhalación entre frases del estribillo te da el tiempo justo para recuperarte de lo que está pasando y volver a encajar la siguiente palmada en tus mejillas.

Uhm..y que pasa con las baladas? Por lógica aplastante tienen que aparecer aquí ya, no? Recuerda: Se siguen acercando las siluetas…casi han llegado. «Hey darling» tiene la cualidad de hacerte pensar que podría estar, siguiendo una estructura clásica de disco, al principio de todo. Movida, preparándote para algo…Precisamente por eso te parece que podría ser la más prescindible del disco, en general rompe la homogeneidad de la segunda mitad del disco…te habías acostumbrado a las canciones menos facilonas y te llega esta. Pero qué cojones, algo para corear al final está bien!

Y a la vez que la última canción han llegado las siluetas, ahora ya son 3 dedos bien grandes en tu cara mientras resuena «Qué, ahora qué? Que somos las putas Sleater-Kinney y venimos a reclamar que nosotras somos el germen de todos estos grupitos que salen como hongos por todos lados. Estamos aquí, tenemos furia, tenemos ganas y tenemos un discazo que no da tregua» Y que vas a hacer tu? Pues no te engañas, si pudieras te morrearías esos dedos, pero sin embargo te pones la última canción…ni balada ni nada, vuelve el modo pantano cenagoso y un ritmo pesado mueve cuellos, voces sonando a lo lejos, hundidas en la oscuridad…hasta que de repente torna en bailable. Un corte perfecto para terminar el disco. Un resumen de todo lo que has escuchado…En fin, que te lo tirarías una tercera vez e incluso lo llamarías al día siguiente. Coges la libreta y como había dicho, apuntas: «Cuarta categoría: Sleater-Kinney»

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