Motörhead “Overkill” -Así habló Lemmy Kilmister-

(GERMANY OUT) Rockband, GrossbritannienPhil "Philthy Animal" Taylor, Lemmy Kilminster und "Fast" Eddie Clarke in HamburgGanzkörperaufnahme (Photo by ABS/ullstein bild via Getty Images)

 

Según el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, el ser humano es un ser incompleto, es algo que ha de ser superado, un puente entre el hombre y el superhombre. Y este superhombre ha de ser un espécimen superior, un ser con su propia moral y su propia ética, creador de valores, libre y vital. Un individuo ajeno a la mentalidad de rebaño, a las tradiciones, creador de su propio destino.

Hay un tenso debate sobre el tema, pero muchos eruditos, incluyen en su listas de ejemplos de superhombres a lo largo de la historia a figuras tan dispares como; Jesucristo, Buda, Alejandro Magno, Gilgamesh, Napoleón, Aleister Crowley o incluso Hitler (incluir a este último me parece fruto de una interpretación errónea del corpus Nietzschiano). Pues bien, yo desde aquí digo a todos esos eruditos ¿Por qué no incluís en vuestra lista de seres evolucionados al inefable Lemmy Kilmister? Si, si, el líder de los Motörhead. Justo en este instante, cualquier intelectualoide que este leyendo este artículo  habrá arqueado las cejas y habrá dicho: “¡¿Un politoxicómano berreando delante de un micrófono es un superhombre de Nietzsche?! ¡Habrase he visto!”.

La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!

Analizando esta frase del periodista gonzo Hunter S. Thompson puede que ya no veamos como algo tan descabellado el incluir al alma mater de los Motörhead en la lista de superhombres (nótese que , injustamente, no existe el término “Supermujer”, enorme defecto provocado por el machismo recalcitrante que se gastaba el bueno de Friedrich).

Nacido en 1945, Ian Fraser (Lemmy Kilmister para el mundo), cogió el testigo con arrolladora fuerza de una tradición de “alegres vividores” yanquis como Neal Cassidy, Ken Kesey, Patti Smith, el propio Hunter S. Thompson o el “chaman” Jim Morrison. Personas poseedoras de una arrolladora fuerza vital, de una rebeldía perenne, de una autenticidad incorruptible y, en muchos casos, de una marcada tendencia al exceso.

Lejos queda mi intención aquí de hacer una apología sobre las bondades de una vida de excesos desproporcionados, de hecho, pienso que siempre es necesario un equilibrio en la vida, equilibrio que, por otra parte, pondría Lemmy con su presencia en la lista de superhombres de Nietzsche, ya que, todos conocemos, por ejemplo, la tendencia a la castidad y al autocontrol de supuestos hombres superiores de la lista como Buda o Jesucristo.

Pero, sin duda, la mayor arma con la que Lemmy puede irrumpir en el selecto grupo del filósofo alemán, es la música de Motörhead; una suerte de taladradora surgida del averno, una tempestad eléctrica que invoca a nuestros instintos más primarios, indomable, rebelde y genuino rock and roll. Del cual su debut “Overkill” resulta un inmejorable ejemplo.

Desde el tema homónimo hasta el postrero “Limb for limb” la carta de presentación de Lemmy y sus compinches está atravesada por doce descargas que conforman una majestuosa e iracunda combinación entre las liturgias eléctricas del protopunk (Stooges y Mc5), el discurso monolítico y opresivo del primer heavy (Black Sabbath o Blue Cheer) y, en ocasiones, de la épica mística de los héroes del primer hard rock (Led Zeppelin o The Who), un fulgor eléctrico sin medida capitaneado por la voz rota del icónico e irrepetible Lemmy Kilmister.

Una figura que, a pesar de sus irremediables defectos, (algo innato en todo ser humano) y, lo incluyamos o no en la dichosa lista de superhombres, nos puede enseñar que, en ocasiones, la situación requiere que enfrentemos nuestra existencia con fuerza, con energía y con una determinación inquebrantable y que, un espíritu curioso, rebelde y, a veces algo macarra, no tiene porque ser algo que quede atrapado para siempre en la adolescencia.

 

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